Con los
apuros de diciembre y esquivando la idea de tener un hijo me compré una
plantita: begonia reina decía en la
etiqueta. El plan A era un captus, pero quise sorprender a mi otra yo con una
flor (a ella le gustan mucho pero no lo dice) ; y como si fuera un nene recién
nacido la arropé en mis brazos hasta casa, mirando su botoncito oculto,
obviando sus ordinarias hojas, la queria tal y como era…
Apartando
papeles y arrimando el escritorio le dí su lugar, un platito de arcilla su cuna
y por sol las líneas horizontales que se
escapaban de la persiana. Allí se quedó, sin chistar ni oscurecer sus hojitas e
incluso se parecía un poco a mi con unas hojas pequeñas que hacían de cabellos despeinados mas arriba de su botón.
Luego
de averiguarle hasta las raíces, me hice cargo de ella cada cuatro días, (como
un amigo fastidioso). Le ponía música pero no le hablaba, solo la miraba de vez
en vez y le contaba los botones que le estaban por salir como lunares en su
espalda. Nunca tuvo sexo, ni nombre de persona, ni de perro, ni de planta de
señora que teje, ni apodo, no hablaba de ella, era mía, me había visto desnuda
desde el día uno, no habría mucho que decir desde entonces.
Murió
al cuarto día de mi regreso, los datos eran falsos.
Me dí
por desentendida una semana, la seguía
regando, aun con sus hojas negras, un tallo caído y sus botones quemados, era
mía, muerta, pero mía.
La
miraba poco, estaba molesta, muy molesta. Unos tres días más y se tumbó sobre
mis cosas la muy desgraciada. La llevé afuera y coloqué lo que quedaba en un vaso con agua como rogándole con rabia que viviera, pero no.
Hoy ya
no está, una caja de madera con telas ocupa el lugar de aquella
cuna, ya no miro esa esquina por culpa, o por tristeza.
Las
cosas mueren, por homicidio o por suicidio, o por ambas, y cuando se van dejan
ese ardor en la garganta que poco a poco se va yendo con pequeños hilos de aire
fresco, otro aire que no pesa ni sabe igual, pero otro al fin y puede que, esa
planta no sea nada, seguramente esta en otra bolsa, en alguna calle o en algún
jardín, con otro sol. Y yo, estoy con otras miradas, sin ese rincón, haciendo
cosas distintas cada cuatro días, con mi propio botón.
Mañana voy al vivero.
Mañana voy al vivero.
Buena manera de volver.
ResponderEliminarSaludos.